Espacios y Equipamientos Públicos
El Carpio de Tajo (Toledo)
El entorno, sin que nos demos
cuenta, configura lo que somos o lo que podemos ser y, normalmente, no es algo
neutro; las prácticas, formas, actividades, u otros usos llevados acabo en él,
condicionan nuestras maneras de ser y actuar; nuestras maneras de desarrollarnos
y relacionarnos con los demás. Los lugares en los que crecemos, determinarán el
cómo seremos en el futuro.
El entorno, y todo lo que le
constituye, es algo básico para nosotros. Está constituido por espacios,
equipamientos públicos y otros recursos que crean comunidad y determinan
ciertos usos. Aludiendo a lo que Zaida Muxí plasmó en su texto Países de Aprendizaje. Ciudad y espacio público,
se puede decir que los espacios y equipamientos públicos tienen un gran
potencial como creadores de comunidad, de aprender a vivir en convivencia, de
enseñar lúdicamente a partir de situaciones pautadas y dejando la libre interacción
de los usuarios. Es importante que los espacios y equipamientos públicos, estén
constituidos como lugares de encuentro y de convivencia, lugares en los que
todos y todas podamos crecer y desarrollarnos; lugares en los que, a través de
lo que tenga lugar en ellos, podamos sentirnos que formamos parte de los
mismos.
La ciudad, el barrio, el
vecindario… han de constituirse como un espacio de encuentro y convivencia;
como un espacio del que podamos disfrutar todos/as y contribuir todos/as.
Muchas veces, no nos reconocemos como implicados en los procesos de participación
ciudadana que suceden en nuestros barrios, pueblos o ciudades; quizá, el hecho
fundamental que determina esta concepción, sea el hecho de no hacer, de no
decidir. El no involucrarnos, el no construir, el no ser capaces de
decidir y hacer cuando es necesario, también es una forma de hacer y de
decidir; esto es, en muchas ocasiones, decidimos pasar por el mundo sin que el mundo pase por nosotros. Difícilmente,
esto se consigue; en algún momento, en algún lugar, alguno de nosotros/as nos
hemos detenido a lo largo de nuestra vida, no pasamos por un sitio sin que ese
sitio cause en nosotros/as una nueva impresión, sin que nos haga pensar y sacar nuestras propias
conclusiones. Vivimos en sociedad, vivimos y nos socializamos gracias a los
otros, gracias a esos otros que, junto con un nosotros mismos, nos encontramos
en un entorno común y no tan común, pero que puede llegar a ser lo bastante
conocido como para permitirnos una interacción total y absoluta. Una vez más,
vuelve a nosotros/as la idea del mundo globalizado e interconectado en el que
vivimos; un mundo en el que todos/as con todos/as estamos en contacto cada vez
que queremos y tenemos intención de que así
sea.
Imprescindible también es la
idea del espacio público como un espacio de inclusión y como un espacio
educativo. Muchas veces, y sin darnos cuenta, las decisiones y resultados que
suceden pueden llegar a discriminar y condicionar.
Hemos de tener muy en cuenta
que los espacios y equipamiento públicos
poseen funciones educadoras; funciones que pueden ser utilizadas en pos del
beneficio o, por el contrario, como algo muy negativo para aquel que ha
establecido o está estableciendo un vinculo con dicho espacio o equipamiento.
Queremos decir, que en muchas ocasiones, las normativas, funciones, señales,
etc. que están establecidas para esos equipamientos o espacios, esconden detrás
de si ciertos mensajes subliminales que no favorecen la participación ni
inclusión de los individuos, sino que hacen todo lo contrario, excluyen,
apartan y dejan a un lado; en definitiva, prohíben estar, hacer, desarrollar,
pertenecer…
Como educadores/as sociales,
hemos de hacer todo lo posible para que este hecho no llegue a tener lugar
nunca en aquellos lugares en los que desarrollemos nuestras prácticas; hemos de
crear, junto con la ciudadanía, espacios con los que puedan sentirse
identificados y en los que disfruten. Muchas veces nos empeñamos en dar todo
hecho al otro y en no dejarle que le “pase nada”, quizá debamos pensar que esto
es un grave error, y que lo que verdaderamente hemos de propiciar, es que “le
pase algo”, que sea partícipe por completo del proceso en el que se encuentre,
que vea que tiene “algo que perder” y por lo que “luchar”.
Como última idea importante,
destacar la referencia que Zaida Muxí hace al uso equitativo del espacio
público; El espacio público ha de ser un espacio para el ejercicio de los
derechos de todos y todas y no para el ejercicio del derecho del más fuerte.
Con esta idea, el equipo de
trabajo decidimos desplazarnos hasta la localidad de Carpio de Tajo,
perteneciente a la provincia de Toledo.
Dispuestas a analizar con exhaustividad algunas de las situaciones y
acontecimientos que tienen lugar en dicho pueblo, decidimos trasladarnos hasta
allí y tomar algunas fotos de espacios públicos del municipio. La foto
principal, la cual no ha dado que pensar, es una foto realizada a la plaza del
pueblo o, mejor dicho, a una de las señales que aparecen en dicha plaza.
¡CURIOSO!, dijimos. “Prohibido
totalmente el uso de balones y bicicletas”;
Dejando pasar unos días, y
reflexionando a cerca de dichas señales fotografiadas y analizadas, nos
encontramos con un acontecimiento que nos dio más que pensar y pararnos a
reflexionar más a fondo sobre lo
importante que es sentirnos o no ciudadanos/as o pertenecientes a un lugar;
La misma plaza del pueblo en la
que pueden verse señales de prohibición para el uso de balones y bicicletas,
estaba ahora abarrotada de justo eso mismo: Bicicletas!!!
Es en este momento cuando nos
damos cuenta de que en cada lugar, de que en cada espacio existen dos tipos de
personas; dos tipos de personas con unos derechos completamente diferente.
Están los débiles y los fuertes; “los débiles a los que apenas se les tiene en
cuenta, los que apenas hacen nada y luchan por su pueblo”… pero, sin embargo,
luego están “los más fuertes, los que luchan, los que se sienten de ahí, del
lugar en el que viven, ya que promueven y participan más que ningún otro”;
como los balonazos los dieran en vuestra pared cambiarian las tornas
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